Eran las mismas largas escaleras, pero en vez de subirlas debía bajarlas y cuando logró llegar al final existían muchas alternativas para continuar, pero ese espacio previo a la diversidad estaba demasiado oscuro como para tomar una decisión con confianza. El miedo se apoderó de ella, un sueño logró paralizarla y el llanto reprimido se liberó. No fue capaz de tomar decisión alguna.
Sólo quería volver a subir esas escaleras, a lo que creía conocido, aunque si hacía un esfuerzo no lograba recordar de donde había partido. No pudo subir al escuchar voces de personas que venían bajando, el orgullo no le permitía que la vieran paralizada ni menos llorando. Abrió una puerta y se escondió en un cuarto, que al principio le pareció un cuarto de limpieza y de a poco se fue transformando en un cuarto de curación, que de la oscuridad absoluta paso a iluminarse a la vez que ingresaban las sanadoras. Una de estas sanadoras la miró y junto con percibir sus miedos alertó de las herramientas que ella poseía para convertirse en una sanadora, ella también lo presiente, sonríe y las fuerzas que antes no tenía empiezan a aparecer. Abre la puerta y da un paso para tomar una decisión ante ese abismo.
domingo, 2 de octubre de 2011
sábado, 10 de septiembre de 2011
Imaginario de la infancia
Con varios más años me siento en esa plaza, en las mismas bancas que en plena dictadura eran nuestro espacio de libertad, el lugar aislado de los alrededores en el que crecimos mientras hablábamos de nuestro futuro, de nuestros sueños, sin certeza de lo que vendría, por eso nuestra imaginación volaba, aunque el tiempo superó esos sueños.
Mientras observo los edificios que ahora se ven desde ahí y me dejan en claro que ya no existe ese aislamiento en que crecimos, no puedo dejar que los recuerdos se sienten al lado mío. En segundos viene todo a la memoria, cuando esa plaza ni las casas existían y era solo un terreno en que nuestros padres proyectaban su futuro, mientra ellos dejaban volar su imaginación entre la maleza y los árboles, nosotros, los niños y niñas jugábamos en ese terreno que era todo nuestro y mientras nos conocíamos dejábamos en suspenso nuestra amistad.
Entre risas hubo un instante en que el sol del atardecer iluminó tu sonrisa y tus ojos, no pude recordar tu nombre, no eras el que había llamado mi atención esa tarde, con los años sólo recordé que estabas tú con tu hermana. Cuando ese terreno desapareció entre las casas que habitamos no te volví a reconocer, por lo menos desde el consciente, pensé que formabas parte del imaginario de la infancia y lo deje sólo en eso, en un recuerdo de cuando el tiempo se detuvo.
Mientras observo los edificios que ahora se ven desde ahí y me dejan en claro que ya no existe ese aislamiento en que crecimos, no puedo dejar que los recuerdos se sienten al lado mío. En segundos viene todo a la memoria, cuando esa plaza ni las casas existían y era solo un terreno en que nuestros padres proyectaban su futuro, mientra ellos dejaban volar su imaginación entre la maleza y los árboles, nosotros, los niños y niñas jugábamos en ese terreno que era todo nuestro y mientras nos conocíamos dejábamos en suspenso nuestra amistad.
Entre risas hubo un instante en que el sol del atardecer iluminó tu sonrisa y tus ojos, no pude recordar tu nombre, no eras el que había llamado mi atención esa tarde, con los años sólo recordé que estabas tú con tu hermana. Cuando ese terreno desapareció entre las casas que habitamos no te volví a reconocer, por lo menos desde el consciente, pensé que formabas parte del imaginario de la infancia y lo deje sólo en eso, en un recuerdo de cuando el tiempo se detuvo.
domingo, 3 de abril de 2011
Sueño para tener siempre presente
El entorno era encantador, pero sólo en el lado en que estaba ella. En el lado de ellos era de una sequía desoladora. Sólo miraban la extraña locura y la libertad en soledad con que actuaba, los tres desde lejos, ninguno se acercó a ella.
Las miradas, eso sí, eran diferentes. El primero miró de soslayo, desinteresadamente y con cierta apatía, se fue inmediatamente. El segundo miraba con morbosidad y pensando como aprovechar la situación para beneficio propio. El tercero, fue el único que pensó en acercarse, pero tenía miedo, nunca la había visto actuar de esa manera, miraba con tristeza buscando quizás su propia responsabilidad y sin saber como ayudarle.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado en el camino con estos tres tipos de hombres? A los que no les interesamos pero insistimos con ellos, los que sólo se aprovechan de nosotras y, por último, los que nos quieren pero se ven superados por nuestra forma de ser. Durante años giré por estos tres tipos de hombres, más de los dos primeros que del tercero. Me decían que tenía que afinar el ojo, toda la razón, hoy observo sus miradas y analizo sus actos y palabras más allá den entorno encantador que pueda existir y, así descarto de principio, hasta hoy ninguno ha superado esas pruebas.
Las miradas, eso sí, eran diferentes. El primero miró de soslayo, desinteresadamente y con cierta apatía, se fue inmediatamente. El segundo miraba con morbosidad y pensando como aprovechar la situación para beneficio propio. El tercero, fue el único que pensó en acercarse, pero tenía miedo, nunca la había visto actuar de esa manera, miraba con tristeza buscando quizás su propia responsabilidad y sin saber como ayudarle.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado en el camino con estos tres tipos de hombres? A los que no les interesamos pero insistimos con ellos, los que sólo se aprovechan de nosotras y, por último, los que nos quieren pero se ven superados por nuestra forma de ser. Durante años giré por estos tres tipos de hombres, más de los dos primeros que del tercero. Me decían que tenía que afinar el ojo, toda la razón, hoy observo sus miradas y analizo sus actos y palabras más allá den entorno encantador que pueda existir y, así descarto de principio, hasta hoy ninguno ha superado esas pruebas.
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