domingo, 27 de diciembre de 2009

Este año


     Enero del 2009 empezó como un cuento de esos que mi madre y padre siempre evitaron contarme, esos cuentos de hadas que los conocí cuando aprendí a leer porque antes nunca me los contaron, como si ellos me estuvieran preparando para el futuro. De esos que con el tiempo me dí cuenta que eran patrañas y que en realidad no existían y de los cuales dudaba que alguna vez fueran a cruzarse en mi vida, ni los esperaba tampoco, eran tan irreales como las películas románticas gringas, con sus finales felices donde siempre las mujeres bellas y buenas se quedan con los hombres guapos y buenos, y, además con dinero viviendo felices para siempre. Eso en mi cabeza racional no podía ser, demasiada maravilla no es cierto, quizás porque de pequeña me di cuenta que la vida era dura, por lo que viví y vi. Por eso cuando este año empezó idílico ni siquiera me detuve a pensar que era algo irreal, eran tantas sensaciones gratas que el cuestionármelo no cabía en ese estado de ilusión, me parecía eso sí una prueba por mi incredulidad, porque tenía todos los elementos de un cuento de fantasía: reencuentro repentino, un amor de años, la distancia, las promesas, las palabras lindas, las mariposas en el estómago y una felicidad envidiable.
     Pronto la realidad me despertó y nuevamente se burló de mi inocencia, no de la forma violenta que la perdí cuando niña, pero sí con ese dolor intenso que uno piensa que no va a acabar, un dolor que va de lo emocional a lo físico, que nos llega a limitar y en el cual nos cuesta levantarnos día a día. Gracias a los continuos golpes de la vida, soy una luchadora permanente, hasta el momento nada ni nadie me derriba. Pero esos días fueron difíciles y aún aparece uno por ahí, sobretodo en estas fechas, en que el año va terminando y uno mira hacia atrás. Por eso diciembre parece el final de una película francesa, de esos desconcertantes como la vida, donde los amores se truncan, la felicidad es una utopía y detrás de las ventanas, de las luces que se divisan afuera, sólo hay almas solas, algunas aceptando su soledad con estoicismo y otras renuentes a ella pasan sus días buscando un nuevo amor. Mientras yo busco como eludir una celebración de año nuevo acompañada, porque no quiero fingir esperanzas, en verdad no quiero recordar las esperanzas que tenía el año pasado, los proyectos y los sueños que existían, prefiero celebrar el año sola como empecé el 2009, con la diferencia que este año al otro lado de la línea no estás tú.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Voluble y Vulnerable por definición

Voluble: que fácilmente se puede volver alrededor. De carácter inconstante.
Dicho de un tallo: que crece formando espiras alrededor de los objetos (RAE)
Vulnerable: que puede ser herido o recibir lesión, física o moralmente (RAE)



Voluble un fin de semana en casa frente a las tareas hogareñas.
Vulnerable pensando que no habrá otro sábado mostrándome tu fascinación
por esa ciudad y con la ilusión que aún existía de un futuro compartido.
Voluble al ver la carga de trabajo y las horas que pasan.
Vulnerable al ver los rostros de la frase “vulneración de derechos”.
Voluble cuando pienso en los hombres que he amado.
Vulnerable al recordar al primer y último hombre que amé.
Voluble cuando trato de explicar/me lo que sentí por ti.
Vulnerable cuando recuerdo tus ojos pidiéndome algo.
Voluble frente a los recuerdos dependiendo del día de mí ciclo.
Vulnerable después de un sueño en que tú no formabas parte de él.
Voluble al despertar cruzada en mi cama y no ver tu espalda.
Vulnerable cuando los ecos de tu risa y voz se disipan en mi cabeza.
Voluble frente a tus palabras y respuestas.
Vulnerable al escuchar la frase que se transformó en una lápida.
Voluble al ruido y al silencio.
Vulnerable frente al silencio de un abrazo y el ruido de un aeropuerto.
Voluble y vulnerable en mi vida y al vivir.
Porque soy vulnerable es que decidí ser voluble en su tercera acepción.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Sueño recurrente


Nuevamente aparece uno de mis sueños comunes. Estaciones gigantescas en que los trenes se pierden, en las cuales el acceso a los vagones es interminable y confusa, escaleras que suben y bajan sin un único destino, se cruzan e intercruzan y nunca llegó al lugar donde tengo que llegar, veo los trenes, pero cuando pienso que he tomado la escalera correcta termino en otro lado.
Escaleras que a veces no tienen fin o en el que desaparecen de un momento a otro sus escalones, dificultando aún más el avanzar hacia un destino incierto. Otras veces las escaleras parecen no tener fin, pero de improviso llego al último peldaño sin que exista algo más, sólo yo y el abismo.
Otras veces logro llegar a los vagones de trenes, pero siempre están distantes, las puertas se abren de otro lado, no se detienen en el lugar en que espero, no logro subirme a ninguno de ellos. Las estaciones son oscuras, llenas de personas desconocidas que siempre logran acceder a uno de esos trenes, yo en cambio no puedo, tengo que cruzar entre las líneas, saltar, correr, pero todo esfuerzo es inútil, no puedo acceder a los trenes, siempre están muy lejos, no estoy en el lugar correcto ni en el momento oportuno.
Pero esta vez el sueño es distinto, el acceso es extenso pero claro, las escaleras si llevan a un lugar determinado y el tren se detiene en el lugar en que estoy, logro subirme y viajar cómodamente, hay mucha luz, no creo que lo haya logrado, necesito bajarme para comprobar donde voy y si una segunda vez lograré subirme. Pero todo funciona, voy segura porque sé a que lugar me dirijo, voy feliz porque por fin lo he logrado, estoy ansiosa pensando que habrá más allá. Despierto sin llegar a mi destino, sin conocer el lugar de mis  sueños, que se ilumina con cada avance y se embellece con prados y árboles  que si dejan ver el horizonte, espero una vez despierta reconocer ese lugar para poder decir: acá me quedo.