Enero del 2009 empezó como un cuento de esos que mi madre y padre siempre evitaron contarme, esos cuentos de hadas que los conocí cuando aprendí a leer porque antes nunca me los contaron, como si ellos me estuvieran preparando para el futuro. De esos que con el tiempo me dí cuenta que eran patrañas y que en realidad no existían y de los cuales dudaba que alguna vez fueran a cruzarse en mi vida, ni los esperaba tampoco, eran tan irreales como las películas románticas gringas, con sus finales felices donde siempre las mujeres bellas y buenas se quedan con los hombres guapos y buenos, y, además con dinero viviendo felices para siempre. Eso en mi cabeza racional no podía ser, demasiada maravilla no es cierto, quizás porque de pequeña me di cuenta que la vida era dura, por lo que viví y vi. Por eso cuando este año empezó idílico ni siquiera me detuve a pensar que era algo irreal, eran tantas sensaciones gratas que el cuestionármelo no cabía en ese estado de ilusión, me parecía eso sí una prueba por mi incredulidad, porque tenía todos los elementos de un cuento de fantasía: reencuentro repentino, un amor de años, la distancia, las promesas, las palabras lindas, las mariposas en el estómago y una felicidad envidiable.
Pronto la realidad me despertó y nuevamente se burló de mi inocencia, no de la forma violenta que la perdí cuando niña, pero sí con ese dolor intenso que uno piensa que no va a acabar, un dolor que va de lo emocional a lo físico, que nos llega a limitar y en el cual nos cuesta levantarnos día a día. Gracias a los continuos golpes de la vida, soy una luchadora permanente, hasta el momento nada ni nadie me derriba. Pero esos días fueron difíciles y aún aparece uno por ahí, sobretodo en estas fechas, en que el año va terminando y uno mira hacia atrás. Por eso diciembre parece el final de una película francesa, de esos desconcertantes como la vida, donde los amores se truncan, la felicidad es una utopía y detrás de las ventanas, de las luces que se divisan afuera, sólo hay almas solas, algunas aceptando su soledad con estoicismo y otras renuentes a ella pasan sus días buscando un nuevo amor. Mientras yo busco como eludir una celebración de año nuevo acompañada, porque no quiero fingir esperanzas, en verdad no quiero recordar las esperanzas que tenía el año pasado, los proyectos y los sueños que existían, prefiero celebrar el año sola como empecé el 2009, con la diferencia que este año al otro lado de la línea no estás tú.